miércoles, 26 de diciembre de 2007

TUMÁN (PARTE I)

Lo primero que pude divisar de Tumán, al atravesar una vieja y abrupta carretera fue la impresionante estructura de un edificio celeste, sin saber que era el que buscaba para una entrevista de trabajo. Mientras sentía el olor a caña de azúcar quemada tuve que caminar un poco para ver de cerca el inmenso centro educativo, donde encontraría a la persona encargada del plan piloto de Bachillerato, del Túpac Amaru, colegio representativo del ahora distrito de Tumán, donde empecé a trabajar a los pocos días.

Sabía tiempo atrás que de Tumán traían el azúcar para varias ciudades del país, y luego fui enterándome y comprobando la singularidad de su historia e idiosincrasia. Y comprenderla me fue muy útil para mi labor educativa en aquel plantel, en el distrito más miserable de Lambayeque que conocí, que me produjo una insólita atracción por conocer a plenitud, no por lo encantador de sus viejas calles y plazas, ni por su desarrollo, sino todo lo contrario, por su condición de indigencia, ruina e incultura a pesar de haber vivido en bonanza.

Por qué un pueblo industrial y productivo, con holgada economía y bonanza se convierte en un lugar displicente? Por qué un lugar de opulencia ha quedado en la pobreza y en la incultura? Por qué una gran máquina productora de dinero ha sido derruida hasta quedar en el anacronismo, mientras aún se extrae su residual remanente con intransigencia?

Trabajé dos años y medio en Tumán, lugar que nunca me gustó pero en el que pasaba más de diez horas casi todos los días. Conocí de cerca a sus jóvenes, cabezas de familia, docentes, autoridades y gente común. Escuché sus cuentos, leyendas, tradiciones y chismes (magnánimos y anecdóticos). Investigué su biblioteca, su historial conocido y furtivo, inquirí en los asuntos legales y contables de su empresa, en la cultura de sus maestros y en su administración educativa. Diseñé y creé proyectos, asumí retos, hice amigos, aprendí de personas y viví emociones de todo tipo allí, en su terral provinciano, en su alicaída ciudad, en su lastimera realidad. La gente de Tumán es singular, lo son sus jóvenes, sus mujeres, sus maestros, su idiosincrasia, y sin embargo también es tan común, simple, corriente, y ordinario. Es que “Tumán es el Perú chiquito”. Y esta no es una frase dicha y escrita para sentir orgullo sino para representar todas las amorfas situaciones que nuestro país atraviesa en sus costumbres, modos de vida, visión, estilo y administración.

TUMÁN (PARTE II)

Se dice que Tumán, el ahora distrito diecisiete kilómetros al este de Chiclayo en Lambayeque, tiene mucho tiempo de existencia, como valle exótico y tierra de algarrobos, huacas y riachuelos. Para el período preinca estaba bajo la influencia de las culturas Mochica y Chimú, para luego, en la gobernación de Túpac Yupanqui pasar a dominios del imperio incaico. El significado del nombre Tumán tiene dos hipótesis etimológicas: una que significa “Lugar de descanso de los muertos” y la otra “Valle del cuchillo”, ambas pueden ser sostenidas en el hecho de que en el lugar se erigieron varias huacas o sepulcros, y a su vez se encontraron más de un Tumi (chuchillo). Algunos datos precisos desde la llegada de los españoles se perdieron hasta 1709 en el que se vende Chogoyape, a unos kilómetros de Tumán, al Colegio de Jesuitas de Trujillo, quienes, según Sáenz Lizarzaburu en su libro Racarrumi, ya eran propietarios de Tumán. Fueron los jesuitas también quienes introdujeron el cultivo de caña de azúcar, con mano de obra importada y negros esclavos, hasta convertir a Tumán en una de sus mejores propiedades de la época.

En las últimas décadas del siglo XIX pasa a poder de Los Pardo, comprado originalmente por la esposa del ex presidente Manuel Pardo y Lavalle, aunque algunos dicen que fue una forma de pago de un préstamo de parte de éste al estado peruano para afrontar la guerra con Chile. Surge como Latifundio de la familia Pardo de manera oficial en 1885, y en 1907 se constituye legalmente en la Compañía Americana Negociaciones Tumán.

Se registra entonces una nueva etapa para Tumán. Se genera grandes riquezas para las haciendas con la subida de precios del azúcar en el mercado internacional, y los emigrantes serranos del norte se convierten en la fuerza de trabajo productivo en Tumán, consolidándola como una poderosa hacienda. Asimismo, la explotación y otras injusticias empujan a las luchas sociales y la organización del sindicato, todo esto hasta 1969 que marca un hito importante en la historia azucarera peruana.

TUMÁN (PARTE III)

La vida de Tumán bajo la tutela de Los Pardo ha identificado por muchos años aquel lugar. Era la época de los hacendados, los amos y dueños de las fincas en el país, con sus patrones, trabajadores, y esclavos. Las haciendas eran productivas y Tumán sobresalía notoriamente. De su ingenio y maquinaria se elaboraba uno de los productos más cotizados de la época: el azúcar, y aquella moderna infraestructura era imponente y fastuosa.

La época de los hacendados no sólo estableció un hito histórico en Tumán sino en el país entero. Los dueños de aquellas tierras eran pocas personas mientras que la mayoría formaba parte de la clase obrera y servidumbre, entre agricultores, cortadores de caña, domésticos y demás. El legado virreinal se dejaba ver en aquel sistema donde una familia poderosa sometía en empresa a toda una comunidad de campesinos.

Si bien es cierto que aquellos agricultores y sus familias tenían un empleo y ocasionalmente la benefactora mano del patrón principal, seguían siendo servidumbre de éstos, y limitaban su estilo de vida, elección y futuro a los designios y potestades de sus amos. La población de Tumán vivía y trabajaba para el enriquecimiento de sus dueños a cambio de pan, agua y cobijo entre otras facilidades básicas como salud y protección. Todo un sistema gubernamental no democrático en el que las decisiones finales las tomaba el hacendado, y sus trabajadores tenía que obedecer y allanarse a estas.

El problema de Tumán y de las haciendas no sólo era problema de plusvalías y posesión de tierras como muchos socialistas podrían aducir. Su trascendencia sobrepasa cualquier simple visión de liberación y reivindicación indígena. Tumán ha manifestado en su historial, con acuse agudo, una idiosincrasia singular que desbarata cualquier intento de simplificar al plano político ideológico su actual problemática. Tampoco lo ha sido de manera absoluta el aspecto económico, ya que su desarrollo, productividad y economía han estado en auge, incluso después de la reforma agraria. Se descarta además cualquier efecto externo en su debacle. Entonces, qué lo ha llevado a ser un pueblo inerte y estancado? Por qué sigue en la pobreza y no queda en su estilo de vida ningún rasgo de superación?

Las avenidas de Tumán son pequeñas y terrosas. Sólo recuerdo la alameda principal como la única con pistas completas. Ningún visitante podría encontrar un buen restaurante o algún lugar atractivo, y menos aún mantenerse con los zapatos lustrados en este distrito que aún tiene vestigios de somnolencia de sus angurrientos años maravillosos. Es como el Perú entero: férreo y nostálgico de su pasado histórico, del orgullo de su oro incaico, pero moribundo de su escaso y aletargado presente. Tumán no tiene el sabor del azúcar que produce y su proceso social no es tan dulce como su caña. Por el contrario, se ve un empalago constante de desidia, flojedad e inanición. Ni la antes imponente fábrica, grande y negruzca, la principal capilla tumaneña, podía salvarla de esa terrible tendencia.

De qué ha vivido Tumán? De la producción de su ingenio. Por años aquella fábrica, inmensa y soberbia, ha dado de comer a toda la población. Pero había dos clases de comedores. Por mucho tiempo, el ingenio de Tumán ha vestido y calzado a la gente, pero había dos tipos de indumentaria. Por décadas la firma otorgaba atención de salud a la población, pero sólo había dos tipos de atención en Tumán. La situación tumaneña es la metáfora del país entero: donde han vivido incas y súbditos, conquistadores y conquistados, virreyes e indios, amos y esclavos, empresarios y empleados. Es una heredad antiquísima que ha caracterizado al país y a Tumán de manera vertiginosa y atrevida, pero lo más peligroso es que ha sido un proceso furtivo y silencioso, como para que ninguna de sus víctimas lo viera como una realidad palpitante y conciente, sino todo lo contrario, que queden embriagados en su picadura, inertes ante cualquier antídoto por generaciones.

Cuál era el estilo de vida a anhelar? El de los amos y patrones. Era un sueño. Pero esa aspiración quimérica no involucraba ninguna capacidad administrativa, personal y cultural, sino sólo la característica más sofisticada y atractiva: una vida aristocrática, holgada y ostentosa. Ese apetito natural y furtivo en la servidumbre común, en la clase obrera, en los agricultores, era la máxime que alguna vez sus cabezas idealizaban para sus hijos y sus nietos, sin que eso los nuble de la realidad en que vivían: que dependían del patrón, y que éste regía de alguna manera su estilo de vida.

La educación en la época de la hacienda era un privilegio de casta como ocurría en el país, aunque los presidentes de aquel entonces dijeran lo contrario. Del mismo modo, los amos de esa maquinaria tan grande que producía toneladas de azúcar podían decir que otorgaban instrucción, deportes y cultura, pero nunca al nivel que una persona libre pueda alcanzar. La inaccesibilidad no dependería sólo del factor económico, sino también del social y laboral, la política misma de los amos. Para qué instruir jóvenes en la erudición, por qué hacerlos doctos, por qué educarlos si al igual que su padres heredarán el empleo de las tierras y demás servicios a favor de sus amos?

La instrucción es sólo una parte de la educación, y aunque se pudo haber impartido era insuficiente (como lo es inclusive en el Perú actual) para el desarrollo efectivo y libre de los jóvenes. La educación peruana se caracteriza principalmente por las enseñanzas de sus gobernantes: la vida fácil, la verborrea, la dilatación de las cosas, los mecanismos deshonestos para lograr cometidos, la ostentación, la vanidad, los excesos y la corrupción, entre otras. Enseñanzas que se siguen grabando con profundidad en cada nueva generación de peruanos. Por lo tanto, la educación en Tumán estaba dada e impartida. Los maestros: los amos y capataces, de quienes dependían. La escuela: aquella inmensa fábrica de azúcar de donde salían todas las regalías y restricciones que el común de las mujeres y hombres debían someterse.

Esta educación no sólo se desarrolló en la época de los hacendados. La reforma agraria se convirtió en una nueva academia y del mismo modo la vida empresarial hasta el día de hoy.

El patrón podía o no ser querido y apreciado en una hacienda. En Tumán había mucho respeto y cierta estima por el suyo. Las anécdotas son interesantes y jugosas, tanto de la interacción del patrón con su gente así como la vida del hacendado común y toda la red y sistemas de trabajo de los obreros. Aparentemente, a los tumaneños no les faltaba nada: Tenían casa, comida, atención en salud, algún tipo de recreación y la relativa tranquilidad de hacer vida familiar y social con su clase. Algo de lo que en estos tiempos muchas personas anhelan como prioridad por el nivel socioeconómico en que se vive en Perú.


Pero la casa, los alimentos y la salud no lo son todo, como lo creen y pueden pretender algunos líderes o gobernantes del mundo, que a cambio de perpetrarse en el poder y mantenerse enquistados en éste pueden dar regalos populistas a sus gobernados, brindándoles una seguridad económica básica, como si comprasen sus intenciones, deseos y anhelos.

TUMÁN (PARTE IV)

Tumán se había acostumbrado a esa clase de vida. Su población tenía casa, comida y salud. Y esa costumbre quedó demostrada cuando el 24 de junio de 1969, con la Ley 17716, el gobierno de La junta Militar del General Juan Velasco Alvarado ejecutó la Reforma Agraria, que creaba condiciones nuevas para el desarrollo de la industria nacional, con una serie de medidas de nacionalización de los servicios públicos y refinanciación industrial. Para el noreste chiclayano significaba que se despojaba de su patrimonio a Los Pardo, y Tumán pasaba a poder de todos sus trabajadores, que se organizarían trasformándose en Cooperativa, monitoreada por el Estado peruano.

La idea podría ser seductora, ya que aquellos obreros no sólo recibirían sus respectivos sueldos sino que se harían acreedores a las ganancias del ingenio como nuevos dueños, un dinero que nunca antes en la vida habían manejado, pero que por educación (la que se describe en el capítulo anterior) y cultura anhelaban con frenesí. Sin embargo no todos estaban de acuerdo con aquella reforma estatal. Se dice que muchos de los tumaneños estaban a favor de seguir con el régimen hacendado, con un solo dueño: La familia Pardo, y que el Estado traía en tropa a su gente para arengar a favor del cambio que ofrecía: esa suerte de filosofía marxista que dice que las tierras son de quienes la trabajan, y por lo tanto les pertenece. El desarrollo parecía prometedor para las masas, que se suponían serían al fin libres, autónomas e independientes, algo que sin duda todo ser humano añora para siempre.

Pero la realidad no fue así. La explotación continuaría. La descomunal maquinaria seguiría representando, para los tumaneños, a aquel amo que los conducía como corderos en sus vidas y costumbres, explotándolos, pues los campesinos y obreros tendrían el mismo duro trabajo, apenas un menuda elevación salarial y las directrices de los nuevos administradores de aquella compañía. El explotador no sería entonces el hacendado sino el gobierno militar.

La mayoría de los nuevos socios no tenía instrucción básica concluida, la instrucción pública era deficiente en Tumán. Quién se encargaría de la administración del ingenio y las tierras? En el principio de la Reforma Agraria serían técnicos dispuestos provisionalmente por el gobierno militar. Su misión era equilibrar el proceso de reforma y administrar la hacienda, a su vez que instruían a los tumaneños seleccionados para que se encarguen del ingenio. El gobierno también promovió la instalación de nuevas maquinarias extranjeras, añadiendo consigo el endeudamiento agrario, compuesto por la valorización de los bienes adjudicados, débito que apretaba mucho la transición y el desarrollo de la empresa cooperativa. Aún con todo, la producción y sus ganancias prosperaban. Posteriormente, esa deuda fue condonada en 1979.

Los técnicos manejaban y se encargaban de la administración de la fábrica, pero también debían sembrar nuevos administradores entre los socios de Tumán. Para éstos últimos significaba el cumplimiento de sus anhelados sueños: ser más que empleados y obreros de una fábrica para los amos. Ahora eran verdaderos ejecutivos de una empresa cooperativa, y aún más, representaban de alguna forma a la mayoría de los socios de ésta. El salto era vertiginoso, al igual que los cambios en la vida socioeconómica en Tumán. No sólo se mejoraban su nivel económico sino también la capacidad de cambiar sus estilos de vida. A cuáles se inclinarían?

Era patente que el estilo de vida que habían visto y anhelado durante sus vidas era el que conduciría su camino. Los técnicos añadieron más enseñanzas: El hurto sistematizado, el bueno comer, la bebida y los excesos. Estas eran las primeras materias de aprendizajes de estos futuros directivos. Ya podían vivir como patrones, lo tenían todo: Más poder, la administración y el soporte de los técnicos.

“Cerrar” bares en Tumán ya no era sorpresa, no sólo para el nivel gerencial sino también para el común de los socios, los nuevos ricos del norte. El capital limeño apuntaba a la venta de electrodomésticos en Chiclayo. Un riquísimo mercado se formaba en Tumán, consumidores de ostentación, ya que muchos compraban al crédito costosas lustradoras y otros artefactos cuando sus opacos pisos no daban para ningún lustre. Pero eran buenos clientes, ya que el gigante empresarial, el ingenio de Tumán pagaba a tiempo a sus socios y estos a su vez a los acreedores. Su prosperidad se traducía en vanidad.

No existía esa visión empresarial, económica, progresista entre la gente. Todo lo contrario, aquellos socios se empalagaban del facilismo, macerados en lo sencillo que era recibir dinero a fines de mes. Sin una visión emprendedora, sin una idea multiplicadora. El dinero de Tumán no era tan complicado de recibirlo, para eso eran los nuevos dueños de Tumán, y tenían que vivir tanto o mejor que sus anteriores patrones.

Desde luego la administración se convertía en el más alto escalafón para los socios. Allí estaba la gallina de los huevos de oro, y había que darle trámite a sus bonanzas. La enseñanza incluía el desarrollo de algún tipo de obra magnánima en imagen para aplacar los apetitos de envidia de quienes no formaban parte del grupo de poder. Así se construyeron una especie de lugares como el cine, el súper mercado, entre otros. Mientras tanto los demás seguían disfrutando a rajatabla de su nueva posición y opulencia.

Los técnicos del gobierno militar menguaban su participación en el manejo de Tumán. Los nuevos administradores, aquellos socios capacitados aprendieron la lección y se entregaron al despilfarro y la corrupción. Cada nuevo grupo de administradores tenía esa consigna, era la lotería formar parte del grupo de encargados. Mientras tanto, el negocio del azúcar iba desarrollándose y tecnificándose. Ya se habían comprado cortadoras, pero éstas no tuvieron el trámite adecuado para su uso pues una maquinaria moderna no podía reemplazar – aunque sea para acelerar, mejorar, modernizar y efectivizar la producción – a aquellos trabajadores que gozaban de su apreciado sueldo.

Las casas, calles y parques no dejaban notar aquella opulencia. Eran poquísimas las mejoras en el ornato público. El comercio al crédito era el sistema básico de adquisiciones, inclusive en los productos más pequeños, pues era costumbre esperar los días de pago para cancelar cualquier tipo de compromiso de compra venta. Tumán seguía su régimen de vida, su economía no decrecía pero sus aspiraciones sí. El letargo de recibir dinero no era estimulante para el progreso de la mayoría, sino todo lo contrario, para la rutina y el estancamiento. Las posesiones vanas y los placeres eran las ambiciones de su población: la comida, la bebida, las fiestas, las mujeres y el sexo se constituían en la etiqueta de los tumaneños. La educación no estaba en aquella lista, ni la salud, ni la vivienda, menos aún la cultura de progreso. La lección estaba aprendida: Si se gana como el patrón hay que vivir como patrón.

La Cooperativa pudo haber promovido cosas favorables a niveles educativos, pero era más la imagen deportiva, de eventos y regalías la que lo caracterizaban. El dinero no fue utilizado para hacer cambios profundos en la educación de los tumaneños. El fútbol, el voley, entre otros deportes, así como el teatro y las actividades escolares eran sostenidas por la cooperativa, y la población la veía con buenos ojos u era satisfactorio aquel furtivo populismo.

TUMÁN (PARTE V)

Era patente que la Reforma Agraria – necesaria e ineludible – no trajo consigo los logros esperados, todo lo contrario, convirtió a los trabajadores explotados en nuevos ricos, caracterizados por el despilfarro, la holgazanería, la viveza criolla, la corrupción y los excesos.

La posterior transformación de Cooperativa a Empresa tampoco hizo el cambio necesario. Encontrada con una serie de fenómenos sociales cada vez más notorios, el concepto de accionista y empresa no iba más allá de la terminología, que desde luego halagaba a los socios, pues vivían de la ostentación y los créditos de imagen. Tumán se hacía más mixta en el tipo de personas, del mismo modo en sus actividades. Pero los fenómenos de su mala educación se impregnaban con facilidad en cada nuevo inquilino. Las borracheras, el machismo, la drogadicción y la irresponsable y riesgosa promiscuidad sexual eran y siguen siendo asignaturas aprendidas y practicadas en los jóvenes estudiantes.

El colegio Túpac Amaru, lejos de ser el bastión del progreso y la decencia, era un anexo más de la empresa, con sus sistemas políticos y de interés. Nada pedagógicos desde luego, ya que la Coordinadora de Asuntos Educativos de la empresa se servía de compadrazgos, amiguismos y formulismos para el acomodo y el interés personal. Era como el Perú y su Ministerio de Educación, pero más chiquito. Las rivalidades de pensamiento e intereses era el común denominador entre los maestros, y se generaba un descontento parcial al grado de querer desprenderse de la empresa para convertirse en un colegio estatal controlado por el gobierno. La otra parte se aferraba al ingenio y su directorio, el que nunca hizo mejoras sustanciales en la instrucción primaria y secundaria. La implementación del Plan Piloto de Bachillerato se convirtió en una afrenta para muchos docentes, e incitaba con mayor fuerza al recelo y división, a pesar de que luego de pocos años se cancelara. No cabe la menor duda que el colegio Túpac Amaru, aquella imponente edificación que se ve al llegar a Tumán es como una abominable bestia apocalíptica de la educación tumaneña: formidable en imagen pero cargada de repulsivos esputos de hechizo, blasfemia, lujuria y repugnantes plagas mortíferas en la comunidad y sus educandos.

Era imposible ver que el desarrollo educativo de Tumán ha ido siempre de la mano con su evolución socio económico. El directorio de la empresa seguía siendo el grupo de poder, uno que quizás fue poco entendido por la gran mayoría de tumaneños, así como sucede con los gobiernos del país: que una empresa de accionariado difundido pertenece a todos sus socios, de modo que entrar en corruptela es robarse a sí mismo. Pero esto no era problema para quienes la conformaban, pues salían de paso luego de extraer del verdadero y empalagoso dulce que producía Tumán: gente degenerada en valores y ética, la que por extensión se amplificaba a toda la comunidad. Las instituciones educativas no se libraban de eso, al contrario eran las que más muestras de ese desprestigio manifestaban.

Mi trabajo con los jóvenes tumaneños me fue muy útil para comprender más la idiosincrasia de Tumán. Era patente el letargo, la apatía hacia el desarrollo. Sus vidas no tenían más horizonte que el hoy, ya que del mañana se encargaría la empresa. Para qué estudiar la carrera de educación, donde un profesor gana setecientos soles, cuando sus padres acomodados ganaban mil quinientos soles como cortadores de caña? La instrucción y la academia no eran vistas con tan buenos ojos por los jóvenes, salvo excepciones. La otra parte de la juventud le deba crédito sólo para un fin similar: la representación, la titulación y la imagen que le proporcionaría una carrera profesional. Una encuesta que hice a un grupo de jóvenes revela esa apatía manifiesta en algunos y furtiva en otros. Del mismo modo muestra una mixtura singular para con el directorio de Tumán: una atracción por aquellos cargos y un repudio a quienes lo tienen. Reconocen que Tumán no ha prosperado, y sólo los que ven con optimismo su futuro piensan en Chiclayo u otra ciudad o país para emprenderlo.

TUMÁN (PARTE VI)

Para fines del año 2007 Tumán no tiene ningún viso de modernidad y urbanismo. A cuatro años de haber dejado de laboral en el colegio Túpac Amaru, veo que la situación no ha mostrado variaciones trascendentales. No ha cambiado nada. Mientras escribo este ensayo sé que aún se ensucian los zapatos al caminar por sus terrosas avenidas, no hay todavía un buen restaurante ni un verdadero atractivo turístico por conocerla. Tumán, por su historial económico, debería ser uno de los distritos más prósperos y modernos del norte peruano, pero lastimosamente es todo lo contrario.

Cuando trabajaba allí y llegaba a Tumán en la combi desde Chiclayo, en ocasiones, la imaginaba en esos tiempos del hacendado, con su misma tranquera de ingreso por donde seguro pasarían caballos. Podía alucinar, sin esfuerzo, estar en la época de Cooperativa, con sus casitas humildes, apenas arregladas, improvisadas tienditas y negocios, gente sentada en las bancas de la Alameda chismeando su día a día, jóvenes en las esquinas, y ese sol abrasador que recuerda que los sistemas de agua y desagüe aún son arcaicos. La energía eléctrica es estable desde hace cuatro años aproximadamente en que el ingenio, débil y decrépito ya no podía suministrar más luz a su localidad, emprendiéndose entonces a obtener el servicio eléctrico regular de Chiclayo. Más allá del olor a caña quemada y el vistoso colegio, cuya estructura es un monumento a lo que fue y no es, es lo único que se observa entrando a su ciudad. La gloria está en el cielo, no en el pasado de la gente. El futuro tumaneño sigue siendo incierto. En complicidad con los gobiernos de turno, sus líderes y socios se enfrentan como leones hambrientos por su remanente productivo, mientras que su gente sigue impaciente de la forma en que terminará aquella inmensa máquina que deja ver el humo cada vez que se le observa.

Se teme el alto índice de enfermedades de transmisión sexual y el VIH por su marcada y peligrosa promiscuidad sexual. Su nuevo directorio es avalado por muchos y criticado por otros. Sigue siendo lotería la compra de acciones, pero la deuda es casi impagable, y la Ley de Protección Patrimonial 28027, que funciona desde hace años, impide que los acreedores (como bancos, Sunat, entre otros) efectúen una cobranza coactiva que les quitaría su patrimonio, lo que traería consigo un caos social. Las más de siete mil hectáreas de cultivo no completan las esperanzas de salir de la deuda y empujar su anacrónico y obsoleto ingenio, que cada vez es reparado como un reloj viejo, aquel que sólo marca en cuenta regresiva el final de su accionar.

A pesar de ser aún prometedor y atractivo un reflote de la empresa a través de un socio estratégico que traiga nuevos capitales para levantar el barco azucarero y remolcarlo a una estabilidad económica y financiera, sus socios y directorio no lo permitirían pues eso obligaría a ceder el timón, y éste sigue siendo peleado por los grupos de poder tumaneños. Jamás un directorio de Tumán dejaría en manos de otros la administración, no por el celo natural de su patrimonio, sino porque sería dejar la oportunidad de exprimir al máximo de lo poco que va quedando. Eso ha sido patente en varias ocasiones en que se ha ofertado un capital para dar estabilidad y modernidad a la fábrica.

Es verdad que Tumán estaba mejor en la época de hacienda? Se podría decir que lo tenían todo: trabajo, casa, comida, salud, Lo que muchos gobiernos de los países subdesarrollados ofrecen sin poder alcanzar? Es cierto que la democracia y la libertad no son suficientes argumentos para prescindir de lo anterior? La gente de Tumán eligió su destino. Vivió ambas situaciones. No fue el factor económico que lo atrajo abajo. Es esa suerte de oscurantismo, falta de cultura, de ignorancia, la heredad de antaño, la educación añeja, la visión cegada y amorfa, y una serie de otros factores que lo llevaron a la situación que actualmente vive.

COMENTARIOS FINALES

Los países donde se dice que habita el socialismo defienden la educación, la salud y el trabajo como suficientes para la vida, a pesar de que el acceso a la modernidad, variedad y mixtura sea limitado o nulo. Así lo ven quienes defienden posturas como la política que se vive en Cuba y la que se quiere implementar en países como Venezuela en este siglo XXI.

Es verdad que vale la pena quedarse con esos tres a cambio de quedarse en el encierro? Es verdad que la tierra pertenece a quienes la trabajan? Es justa realmente la “igualdad social”? Y quiénes son los que la rigen, definen y garantizan? Un grupo de personas, un solo hombre?

Por otro lado, es la democracia capaz de asegurar el desarrollo económico y social? Es el capital una garantía de éxito empresarial u colectivo?

Sin duda, las preguntas seguirán otorgando controversias, pero Tumán ha vivido todo lo anterior. Y sin embargo sigue en la rutina latente de la inercia y el despilfarro de lo poco o nada que le queda. A mí no me cabe la menor duda que es la ignorancia, el oscurantismo y la cultura heredada y aprendida la que lo llevó y sigue llevando a la ruina.

Los nuevos patrones ya no eran los Pardo, ni los empleados técnicos del gobierno militar, ni la junta de socios de la cooperativa. Ahora es el directorio de accionistas, donde el número de acciones (que se convertía en un tentador mercado para obtener el poder) definía la posición. Con el paso de los años el directorio se convertía en carne de cañón para los tumaneños, y apañados en el débil y corrupto poder judicial local se prestaban a movimientos y cambios que degeneraban en caos social y muertes. El poder primaba, no el intento de reflotar el patrimonio de la gente.

Cada directorio, como lo hace un partido político cuando entra al poder, sacaba provecho de su tiempo y dominio para robar a la empresa. Nunca se demostrará que lo veían así, pues manejaban mal el negocio, y los socios y empleados tenían siempre nuevas quejas, las que se acallaban con regalías y operaciones económicas o sociales. Aquellos administradores traían a pérdida a su empresa, desconociendo en su ignorancia que robaban de su propio patrimonio, como si un hombre entrase a su propia casa a despojar de sus cosas. Esa ironía seguía sin cesar, cada vez con menos vergüenza.

Mientras ocurría todo eso, la ciudadanía, conocedora de aquello pero inerte como el pueblo peruano, disfrutaba de lo suyo, reclamaba su parte del botín, una presa pillada de su propia casa.

La verdad no es tan complicada, pero tampoco tan simple. El oscurantismo es el peor enemigo de una comunidad, pues retrasa y atolondra a quienes la viven: como la pobre gente de Tumán.

Este ensayo no ha tenido como fin contar la historia cronológica ni administrativa de Tumán, menos de exaltar sus leyendas, experiencias y anécdotas, sino conforme lo he ido desarrollando demanda la falta de educación (que no es lo mismo que instrucción) como conductora de su estado de languidez. Algunos datos pueden no ser precisos debido a que en muchos de éstos los propios tumaneños no tienen consenso.

Dedico este trabajo a mí mismo, porque  entregué mi vida trabajando por los jóvenes en Tumán, y a mis alumnos del Club de Informática del año 2002, que no sólo son mis amigas y amigos, sino que fueron mis socios de aprendizaje, y en la actualidad están demostrando ser la clase de personas que desarrollaron con el tiempo: jóvenes progresistas que no se infectaron de la idiosincrasia y el oscurantismo de Tumán.

Original de:

maldito paranoico