miércoles, 26 de diciembre de 2007

TUMÁN (PARTE I)

Lo primero que pude divisar de Tumán, al atravesar una vieja y abrupta carretera fue la impresionante estructura de un edificio celeste, sin saber que era el que buscaba para una entrevista de trabajo. Mientras sentía el olor a caña de azúcar quemada tuve que caminar un poco para ver de cerca el inmenso centro educativo, donde encontraría a la persona encargada del plan piloto de Bachillerato, del Túpac Amaru, colegio representativo del ahora distrito de Tumán, donde empecé a trabajar a los pocos días.

Sabía tiempo atrás que de Tumán traían el azúcar para varias ciudades del país, y luego fui enterándome y comprobando la singularidad de su historia e idiosincrasia. Y comprenderla me fue muy útil para mi labor educativa en aquel plantel, en el distrito más miserable de Lambayeque que conocí, que me produjo una insólita atracción por conocer a plenitud, no por lo encantador de sus viejas calles y plazas, ni por su desarrollo, sino todo lo contrario, por su condición de indigencia, ruina e incultura a pesar de haber vivido en bonanza.

Por qué un pueblo industrial y productivo, con holgada economía y bonanza se convierte en un lugar displicente? Por qué un lugar de opulencia ha quedado en la pobreza y en la incultura? Por qué una gran máquina productora de dinero ha sido derruida hasta quedar en el anacronismo, mientras aún se extrae su residual remanente con intransigencia?

Trabajé dos años y medio en Tumán, lugar que nunca me gustó pero en el que pasaba más de diez horas casi todos los días. Conocí de cerca a sus jóvenes, cabezas de familia, docentes, autoridades y gente común. Escuché sus cuentos, leyendas, tradiciones y chismes (magnánimos y anecdóticos). Investigué su biblioteca, su historial conocido y furtivo, inquirí en los asuntos legales y contables de su empresa, en la cultura de sus maestros y en su administración educativa. Diseñé y creé proyectos, asumí retos, hice amigos, aprendí de personas y viví emociones de todo tipo allí, en su terral provinciano, en su alicaída ciudad, en su lastimera realidad. La gente de Tumán es singular, lo son sus jóvenes, sus mujeres, sus maestros, su idiosincrasia, y sin embargo también es tan común, simple, corriente, y ordinario. Es que “Tumán es el Perú chiquito”. Y esta no es una frase dicha y escrita para sentir orgullo sino para representar todas las amorfas situaciones que nuestro país atraviesa en sus costumbres, modos de vida, visión, estilo y administración.

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